Meditación teológica sobre América pobre
Ante la cercanía de la V Conferencia del Episcopado de América Latina y el Caribe, un tema que siempre vuelve: la opción por los pobres
– Extracto de un artículo de Alberto Parra, jesuita colombiano[2]
Un texto del Evangelio de Marcos
“Hace tiempo que me siguen y no tienen que comer” es un texto del Evangelio de Marcos (8, 2) que presenta unidos e interactuantes tres elementos que las patologías exegéticas y teológicas han procurado separar:
– la Economía, que es el ámbito para plantear y resolver el asunto del pan para todos.
– la Teología de Marcos y su comunidad, que elabora el sentido (aquí, el contrasentido) de un pan que no alcanza.
– la Realidad de seguimiento histórico, pero de carencia económica en el entonces de los discípulos y en el ahora de los seguidores de Jesús, a quienes ni los economistas ni mucho menos los teólogos les han resuelto el dramático asunto de su pan.
El texto de Marcos es del año 71 y aquello que refleja es la situación de los seguidores de Jesús en la Roma Imperial economicista, absorbente de los bienes de sus colonias, exigente en los impuestos, cruel frente a quienes todo lo tienen en la metrópoli dominadora y a quienes carecen de todo y no tienen qué comer.
Los cristianos de Roma en el texto de Marcos hacen memoria del Evangelio del Reino, proclamado por un artesano menor, sobre una base de innegable realismo económico:
– la imposibilidad de abastecer de pan a tanta gente
– los doscientos denarios que no bastarían
– el multiplicar el pan, no una sino dos veces
– el repartir la riqueza
– el no atesorar
– el debate sobre el pago de impuestos
– el dar de la propia pobreza como la viejecita en la alcancía del templo
– el producir intereses del capital encomendado
– el no amonto-nar en graneros
– el desear hartarse con las migajas de la mesa del rico
– el no sólo de pan vive el hombre
– la siembra, el crecimiento y la cosecha
– el recibir el ciento por uno
– el no se puede servir a Dios y al dinero
– el “bienaventurados los pobres” y el “ay de ustedes los ricos”.
– las bases sociales sobre las que se fundamentan las bienaventuranzas del Reino: los pobres, los que lloran, los hambrientos de justicia
– el criterio valorativo de la acción humana total en términos de necesidades básicas insatisfechas o satisfechas, que el Señor asume como hechas a Él mismo si se hacen o se dejan de hacer con los hermanos pequeños y débiles.
Lo económico no es una circunstancia externa en la que suceda el Evangelio de Jesús. Al contrario, es su constante y también su determinante, por más que exegetas y teólogos se apresuren
a espiritualizar los sentidos, como avergonzados de que el Evangelio del Reino llegue hasta las realidades de la materialidad y de la profanidad. Y nadie debiera extrañarse de los sentidos materiales ni de las bases económicas del Evangelio del Reino.
En definitiva, ¿quién es el pobre?
Pobre y pobreza que realmente sean tales, sin vaciamientos de sentidos y de contenidos, tienen una semántica amplia que la teología latinoamericana ha registrado desde aquellos días en que las mediaciones sociales redujeron los términos a las solas categorías económicas o a las perspectivas cerradas de una clase social enfrentada a todo lo demás. Y es porque las perspectivas complejas y amplias acerca del pobre y de la pobreza no resisten ser definidas por una sola variable con oscurecimiento de otras vertientes de sentido:
– en sentido económico, pobre es el carente de recursos monetarios
– en sentido cultural, pobre es el subyugado por modalidades de vida y de expresión ajenos a los suyos
– en sentido político, pobre es el violentado y oprimido por el poder abusivo
– en sentido clínico, pobre es el enfermo
– en sentido sicológico, pobre es el enajenado, el extrañado de sí mismo
– en sentido educativo, pobre es el iletrado
– en sentido étnico, pobre es el negro, el indígena, el latino, la minoría
– en sentido sexual, pobre es el “anormal”
– en sentido epidemiológico, pobre es el infectado
– en sentido moral, pobre es el descarriado
– en sentido familiar, pobre es el solo, el triste, el huérfano, la abandonada, la viuda
– en sentido de género, pobre es la mujer victimizada
– en sentido de derecho, pobre es el excluido y pisoteado, sin acceso a la protesta, al diálogo, a la democracia, a la representación
– en sentido de necesidades básicas insatisfechas, pobre es el que no puede acceder a comida, techo, salud, educación
– en sentido de desarrollo, pobre es el condenado a no ver actuadas nunca sus potencialidades físicas, espirituales y sociales
– en sentido ecológico, pobre es aquel a quien se le destruye su hábitat, su medio ambiente y sus recursos de aire, de suelos, de flora, de fauna
– en sentido teologal, pobre es el que se cierra a la misericordia y al amor
– en sentido religioso, pobre es aquel que es violentado en su conciencia y a quien se le niega o se le impide buscar y hallar la razón de su sentido histórico y de su último sentido.
Con esos pobres y para esos pobres, que pululan a todo lo largo y ancho de la geografía de Amerindia, es para quienes Dios trabaja en la historia y con quienes pacta su alianza reveladora y salvadora. El denominador común de estos pobres y de estas pobrezas es la carencia real.
La misión de las Iglesias respecto de los pobres
La ecclesia pauperum, Iglesia de los pobres determina una misión y apunta a una teleología, destino o punto terminal de la acción, que es la liberación de los pobres en la dimensión inmanente y trascendente. Sólo que la destinación al pobre no tiene por qué ser declarada “no exclusiva y no excluyente” si se percibe que la buena noticia consiste en la relativización de la pretendida absolutización del bien temporal hasta confundirlo con el bien total o con el bien definitivo: son Bienaventurados del Reino quienes suspenden la racionalidad primaria de la riqueza temporal porque han sido alcanzados por el polo primario del amor y de la fraternidad. Por eso el que no es pobre debe hacerse pobre: “primero en suma pobreza espiritual; y después, queriéndome su Santísima Majestad, también en suma pobreza actual para más amarlo y más seguirlo”, según la espléndida formulación ignaciana.
De la célebre opción por el pobre en cuanto víctima de la culpa ajena, ojalá quedara en nuestras Iglesias y en nosotros:
– la opción por los intereses del pobre,
– la opción por la “clase” social de los pobres,
– la opción por los modelos de economía y sociedad que resuelvan o mitiguen el impacto de la pobreza generalizada,
– la opción por las formas de organización popular en que los mismos pobres defienden su causa y sus derechos (huelga, paro, sindicato, protesta, reivindicación laboral o salarial, defensa de marginados étnicos, sociales, sexuales),
– la opción por las culturas populares en cuanto imaginarios de representación del mundo y de la sociedad en formas alternativas a los modelos dominantes,
– la opción por la educación popular que no signifique la simple entrada del pobre en el mismo sistema que lo ha dominado y empobrecido: educación para el cambio,
– la opción por la inserción y acompañamiento del pobre allí donde vive, padece, ama, crece (inserción geográfica que se acompañe de la inserción en sus intereses).
El pobre y la pobreza, como determinantes de la razón y de la misión de las Iglesias, han venido a ser un elemento transversal, con el que se ha renovado de raíz la faz histórica y social de todas las Iglesias. En ese marco sacramental queda todavía amplio espacio para seguir consumiendo nuestras existencias en el fuego del amor de Dios y de todos los excluidos de la América Nuestra.
[1] Alberto Parra, teólogo jesuita colombiano, académico de la Pontificia Universidad Javeriana (Bogotá, Colombia).
[2] El artículo completo, escrito en 2002, puede ser leído en www.servicioskoinonia.org (RELaT, 295). La selección de textos y los subtítulos son responsabilidad de la edición de noticias sscc.
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